Sola frente a la cámara soy yo misma y todas las demás
La obra de un fotógrafo, como dice Laguillo, si es honesta, no es más, en su conjunto, que un autorretrato.
Pero cuando la obra, en su conjunto, consta de autorretratos la cuestión cambia, porque la autora ya no está compilando un yo a partir de un conjunto de imágenes o de proyectos, sino que nos está mostrando sus diferentes matices a partir de un mosaico de imágenes que muestran las mil aristas del poliedro del yo.
Margot Sowinska se muestra al mundo por primera vez en un escaparate. Y ese escaparate no es el de La Caverna de la Luz, es el de la Fotografía. Sus autorretratos son intimistas, tomados para ella misma, secretos. Se podría decir que constituyen una especie de diario de los que se cierran con llave, de los que incluso cuando te permiten verlo sientes que lo estás haciendo furtivamente.
El planteamiento clásico y formal de las tomas, la iluminación natural precisa y el lenguaje del color contribuyen a la rotundidad del mensaje: exponerse, mostrarse a sí misma una y muchas otras ella.
Sus poses clásicas, atrevidas unas, recatadas las otras, con la mirada directa y desafiante unas veces, o huidiza y tímida en ocasiones, evocan la memoria de los sueños. Un mundo que construye con una economía absoluta de medios: una cámara, una lente, una pared, la luz y ella. Como si quisiera confrontar la crudeza de la realidad con la belleza del instante.
Javier Vila