Reflexiones en torno al oficio de retratista
Cuando empecé en la fotografía el retrato era el «pariente pobre» de las revistas en España. No estaba para nada valorado. Era el momento de las TOP MODEL ocupando las portadas de las revistas. Hubo un momento en el que los personajes conocidos (o celebrities, como no me gusta llamarlos) ya sean artistas, políticos, escritores, o actores empezaron a ocupar las partes más importantes de las revistas. Fue en ese momento en el que se le empezó a dar más importancia al retrato.
Tras tocar todos los palos durante toda mi carrera, sé reconocer perfectamente a un retratista sobre alguien que no lo es, pero no sé en qué se basa esta intuición.
A lo largo del tiempo me doy cuenta que el proceso de retratar a alguien tiene cada vez más un componente sicológico. Casi diría que la confianza del retratado en el fotógrafo es lo más importante en una sesión. A veces ya conocen tu trabajo de antemano, pero otras no. Es en este último caso cuando el proceso de ganar la confianza es el más complicado puesto que se basa en pequeñas intuiciones o signos que son interpretados tanto por el retratista como por el retratado.
El fotografiar a tantos personajes famosos ha sido una casualidad en mi carrera que a veces va en contra de la valoración correcta o instintiva de un retrato. Prima el personaje sobre la fotografía y eso no debería ser así.
Retratar a famosos no debería ser diferente en absoluto de hacerlo con gente corriente. De hecho, el éxito de retratar a personajes es tratarlos con normalidad. En ningún caso la sumisión hacia la fama o lo que representa el retratado va a ir en beneficio del retrato.
En algún caso no he conseguido (por alguna circunstancia) la comunicación correcta o autoridad en el manejo de la situación sobre el personaje. En estos casos NUNCA he conseguido un buen retrato. Simplemente salvar el trabajo por la experiencia, pero nada especial.
Si en cada foto, sea quien sea, no intento luchar con el retrato para conseguir algo especial sé que no va a salir.
En mi forma de trabajo nunca llevo nada preconcebido más que una localización o una pequeña idea de la iluminación que voy a utilizar.
Todo lo demás es una «lucha» improvisada para conseguir lo que quiero y no paro hasta que lo he visto de alguna manera.
Es realmente una pena que en España no se deje envejecer a los artistas. En realidad, no es envejecer sino madurar ya que el fotógrafo NO ACABA NUNCA DE APRENDER. No ocurre así en otros países donde grandes fotógrafos han sido y siguen siendo referencia retratando incluso por encima de los 80 años. Todo mi respeto hacia estos artistas.
Javier Salas
Javier Salas (Santander, 1965) foto@José Bernad