Fallo del jurado del IX #Concurso de #Microrrelatos #solcultural
-Primer premio: –
«Las chaquetas amarillas»
de Miguel Paz Cabanas
(León)
Basado en la foto titulada «La búsqueda de la propia identidad»
Aunque impartíamos clases en la misma facultad, carecíamos de una relación estrecha. A veces coincidíamos en el campus y abordábamos temas aplazables y sutiles: el problema de la identidad, la soledad de los laberintos, la seducción precisa de las metáforas borgianas. Una mañana, sin venir a cuento, me confesó que sufría pesadillas temibles. Noche tras noche, sin excepciones, soñaba que era otra persona. Qué persona, le pregunté movido por la curiosidad y, con expresión abochornada, me confesó:
– Usted; sueño que soy usted.
Paseábamos por un jardín interminable y me quedé largo rato en silencio. Recuerdo que ambos llevábamos una chaqueta amarilla y que los vencejos chillaban en el cielo. Entonces, alzando la voz, agregó:
– ¿Estaré enloqueciendo?
Yo lo miré fijamente y, agitándome en la oscuridad, susurré:
-Despiértate, despiértate…despiértate de una vez.
-Segundo premio: –
«Diminutos»
de Rafael Fuentes Pardo
(Madrid)
Basado en la foto titulada «Como en casa»
El asesino se había molestado en dejar el cuerpo de su víctima sentado en una silla, en la calle. El haiku estaba al lado, sobre una mesita:
Son tan fugaces
que podrían competir
con los segundos.
Lo descubrió un vagabundo que solía pasar las noches en aquella zona. Cuando llegué, sujetaba una botella de ginebra con decisión, como si los dos agentes que lo custodiaban fueran a quitársela. Tras detallarme lo que había visto, le pedí su opinión. Echó un vistazo al cadáver y respondió que el poema le parecía una bonita forma de describir los pechos de una mujer. Le recomendé cambiar de bebida, tenía la seguridad de que el asesino se refería a su propios haikus. Contestó que yo debería hacerlo de mirada, la claridad es una virtud que escasea tanto como los buenos tragos. En ese momento supe que entre los dos resolveríamos aquel caso.
-Tercer premio: –
«Él»
de Miguel Ángel Moreno Cañizares
(Cantabria)
Inspirado en la fotografía «En la nube»
Era una persona distraída, soñadora y algo orgullosa, aunque complaciente.
Su madre se lo reprochaba a menudo: “Siempre estás en las nubes”.
Su padre se indignaba con relativa frecuencia: “Vives en tu nube”.
Su hermana mayor le aconsejaba de vez en cuando: “Baja ya de la nube, muchacho”.
A su hermano pequeño le encantaban los dulces: “Cómprame unas nubes, porfa”.
Un día, el chico desapareció y ahora su familia clama al cielo.
Finalistas:
-«Escalera sin fin»
de Miguel Bravo Vadillo (Badajoz)
Basado en la foto titulada «La búsqueda de la propia identidad»
Quizá me estoy volviendo loco, pero juraría que me persigue mi doble. Dicen que eso es una mala señal. Decidido a despistarlo, aprovecho para acelerar el paso después de doblar una esquina. Por fin llego al hotel y me refugio en mi habitación. Sin embargo, unos minutos más tarde alguien golpea la puerta. ¿Será el otro? No quiero saberlo. Prefiero escribir, centrarme en mis propios pensamientos. Esto es lo que escribo: Quizá me estoy volviendo loco, pero juraría que me persigue mi doble. Dicen que eso es una mala señal. Decidido a despistarlo, aprovecho para acelerar el paso después de doblar una esquina. Por fin llego al hotel y me refugio en mi habitación. Sin embargo, unos minutos más tarde alguien golpea la puerta. ¿Será el otro? No quiero saberlo. Prefiero escribir, centrarme en mis propios pensamientos. Esto es lo que escribo: Quizá me estoy volviendo loco…
– «Hartazgo»
de Miguel Argüello Fernández (Cantabria)
Basado en la foto titulada «Como en casa»
La tarde era perfecta mientras la esperaba y nada hacía presagiar tanta cerrazón en su comportamiento. Incapaz de hacerle razonar, le advertí que su obligación era la de ser sumisa y, sin embargo, se mostró tan altanera, que al final consiguió irritarme. ¡Estúpida!, recuerdo que le grité ya hastiado de que no cediese a mis propuestas. Reconozco que por un momento perdí la paciencia y que tal vez me porté como un estúpido cuando, llevado por la ira la zarandeé, ¡pero es que me sacaba de mis casillas! Cansado ya de intentar convencerla por las buenas, busqué la forma de asentarla por las malas y una chapa me concedió ese momento de felicidad que tanto anhelaba. Al fin pude nivelar la puñetera mesa.
-«La escritora»
de Graciela Mónica Druetta (Córdoba – Argentina)
Basado en la segunda foto de la serie titulada «Roales»
Había revisado el texto varias veces… quería asegurarse de que la historia terrible que contaba se entendiese… Había dibujado con infinito esmero cada letra y había expresado sus miedos y emociones. Satisfecha del resultado, guardó prolijamente la hoja en el bolsillo…
Cuando llegó a su casa reunió a toda la familia sin querer siquiera sacarse el pintorcito sucio con acuarelas y crayones… sacó el papel manchado con dulce y migas y lo leyó buscando la aprobación de los adultos…
«El oso se asoma»
Y recibió un aplauso unánime que la consagró para siempre.
– «Leyendo»
de Rafael Fuentes Pardo (Madrid)
Basado en la segunda foto de la serie titulada «Roales»
Tras contarle que había encontrado restos de alas en mis hombros y me preocupaba la posibilidad de estar convirtiéndome en un ángel, el doctor se interesó por mi trabajo. Respondí que atravesaba las librerías mientras iba descubriendo a los hombres por los que sentía afinidad, ya fueran soldados, vagabundos, eruditos o mujeres.
Me preguntó cuánto bebía. Contesté que la cantidad suficiente para llegar a tocar con los ojos.
Me recetó dejar el trabajo y la bebida. Como no me gustó su diagnóstico lo agarré por el cuello y apreté hasta que salió el ángel que llevaba dentro.
Nada más dejar la consulta tropecé con Teresa Wilms. Llevo una temporada con ella. Convencerla de que cambie el champagne con veronal por un trago del licor tónico del capitán Burton es un oficio que puedo compaginar con el de seguir leyendo.
-«Charco»
de Pablo Espina Puertas (Palencia)
Basado en la segunda foto de la serie titulada «Roales»
Despistada, Doña Perfecta no puede evitar, al cruzar la calle, pisar el charco haciendo trizas parte del reflejo del cartel identificativo situado encima del escaparate: LIBRERÍA.
El caballero encantado – nunca mejor aplicado – saluda con ligero toque de sombrero a las inseparables Fortunata y Jacinta. Cobijadas bajo el paraguas, se sonrojan ante la solicitud de acompañamiento del hidalgo en su paseo por la calle Del Sol, sabedor éste del destino común al que se encaminan.
Ya en el local reciben la bienvenida de Marianela, Tristana, y Nazarín, quienes apostados por las estanterías, esperan expectantes que con la llegada del autor, se dé el toque de campana necesario para el comienzo de la tertulia.
Don Benito observa perplejo el charco ya calmado. Lee, ahora sí, el reflejo del escaparate: LIQUIDACIÓN POR CIERRE. Descompuesto entra en la librería
“Esto sí que es un Episodio Nacional – acierta a decir.
– «Swingers»
de María de las Mercedes Azar (Neuquén – Argentina)
Basado en la segunda foto de la serie titulada «Roales»
Aburridos en la biblioteca desde hacía siglos, los antiguos libros decidieron despojarse de su clásica solemnidad y entregarse a un desenfrenado intercambio textual, con lo que dejaron sus títulos en la guarda para proteger el anonimato del desmadre colectivo, a lomo descubierto.
Ya completamente descosidos, y sin orden ni concierto, argumentos, consideraciones, episodios secundarios, protagonistas, deuteragonistas, tiempos y espacios, cobraron una vida más excitante al entreverarse en las intimidades de sus vecinos, pletóricos de promiscuidad e intercambio transgénero, foliándose entre sí.
Al cabo de un tiempo, muchos de ellos no recordaban siquiera su nombre, ni mucho menos su trama de procedencia o sus fuentes bibliográficas originales, por lo que el anticuario los relegó al sector de “Incunables con demencia senil y otros procesos degenerativos”. Es por ello, por recato, que no aparecen hoy en la foto. Tampoco es cuestión de andar ofendiendo la memoria de don Benito.
Seleccionados:
-«Relativo»
de Sergio Daniel Gaut vel Hartman (Buenos Aires – Argentina)
Basado en la foto titulada «La búsqueda de la propia identidad»
El hombre de traje negro, bombín en la cabeza y bastón en la mano, bajaba las enrevesadas escaleras, pero al mismo tiempo las subía y pasaba por detrás.
—¿Es usted Maurits Cornelis Escher, el famoso xilógrafo?
El hombre hizo un gesto significativo, dando a entender que no comprendía mis palabras. Se las repetí en neerlandés, a pesar de que ni siquiera sospecho ese idioma.
—Ah —respondió él en el dialecto universal de los ofuscados. Y señaló la réplica de sí mismo que en ese momento atravesaba el firmamento.
—¿Le gustaría tomar una copa de vino para disipar la borrachera que parece haber secuestrado nuestros sentidos?
Escher se encogió de hombros, pero casi de inmediato fue invadido por una furia incontenible, llevó sus manos a mi cuello y me estranguló. Traté de explicarle que yo era escritor, no crítico de arte, pero él se alejó hacia los cuatro puntos cardinales, simultáneamente.
-«Otra cita en Disneylandia»
de Sergio Daniel Gaut vel Hartman (Buenos Aires – Argentina)
Basado en la foto titulada «Como en casa»
Un momento antes, la silla vacía, el libro y la botella con las flores presagiaban el arribo de Carmen, la pícara odontóloga de la que me había enamorado aquella misma mañana, cuando devastado por un atroz dolor de muelas concurrí a su consultorio de la calle del Sol, a pasos de Plaza de Amaliach. Allí, tras anestesiarme y muñida de toda la maña que pueda imaginarse, ella se hizo cargo de mi sufrimiento y lo convirtió en puro deleite. Un momento después, ya seguro de que no vendrá, sigo contemplando la silla, el libro y la botella; comprendo que me ilusioné como solo un chico puede hacerlo. La única solución que se me ocurre es llevarla a Pasadena, frizarla y esperar unos quince años para sacarla del hielo seco. Por entonces tendremos casi la misma edad. Si Walt Disney lo hizo…
-Sin título
de Mar Ruiz de Pellón Santamaría (Santander – Cantabria)
Basado en la segunda foto de la serie titulada «Roales»
En el escaparate de aquella librería, durante algo más de un año, se expuso, página tras página, un libro con el que yo me crucé por casualidad. Leí, frente al cristal, aquellas palabras que me atraparon. La intuición de que allí fluía algo, hizo que volviera a diario. Me daba vergüenza, no había una parada de autobús o algo que me obligara a permanecer tiempo en aquel lugar. Así que me inventé un porqué para mi asidua presencia: yo iba a escribir un relato, y aquellos minutos de lectura me conectaban con el infinito espacio vacío del que dispone toda mente humana, donde nacen el arte, la filosofía y la intimidad. Nunca tuve que utilizar esta excusa porque nadie se percató de mi presencia; quizá, el dueño de la librería, quien rigurosamente pasó, una a una, todas las páginas del libro hasta el último punto final.
-«Super-posición»
de Rosa Ayesa Arriola (Cantabria)
Basada en la foto de la serie “Pescadores en el lago Inle”
Baila, baila…pequeña langosta… ¡qué agilidad! Pero yo no te quito ojo. Estás en mi punto de mira y todos mis rapdómeros reciben la luz polarizada que viene de tu dirección, que llega por superposición refractante, reflectante y parabólica, y con gran resolución. Es lo que tiene gastar vista esquizocroal. Mírame a través del trenzado hexagonal de la malla de alambre y sabrás de qué te hablo.
Sí…soy el cangrejo que está al fondo a la izquierda, el más rojo y audaz, y tengo un plan: escaparme por el agujero que he encontrado en esta jaula-trampa y caminando sigilosamente, por supuesto de lado, trepar hasta tu poderosa pinza para que pierdas el equilibrio y salgas de tu super-posición.
-«De cañas»
de Elisa Malagón Rodríguez (Santander – Cantabria)
Inspirado en la Calle del Sol.
«¿Te viene bien a las 8 en el Rubicón para unas cañas?»
Estaba leyendo su whatsapp y no podía creérmelo, en 3 años era la primera vez que quedábamos sin planearlo, tomando él la iniciativa.
«¡Ok!»- Contesté.
Camino de la calle del Sol iba pensando en cuantas veces le había reprochado su falta de espontaneidad y ahí estaba yo rumbo a una cita….¡¡¡¡UN MARTES!!!!
Llegué pronto, me senté en la barra impaciente y pedí una caña.
Sonó mi teléfono, era él.
» Hola!¿Ya estás allí? »
«Sí»
«¿Qué llevas puesto?»
«El vestido negro que tanto te gusta» – contesté, pensando en lo pícaro que le encontraba.
«¡Ok!»
Y colgó.
5 minutos después un chico se acercó a mí.
«¿Carlota?»
«Sí»
«Mauro me dijo que buscase a la chica del vestido negro… Aquí están las cañas, dile que para los carretes quedamos otro día»
¡¡¡MALDITA AFICIÓN A LA PESCA!!!!
– «Punto de lectura»
de José Miguel García Navarro (Cantabria)
Basado en la segunda foto de la serie titulada «Roales»
Todo comenzará en el punto de intercambio de lectura, en la librería del barrio. Él dejará un libro por error. Ella lo encontrará por casualidad. El libro resultará ser el diario de aquel, y ella se enamorará sin haberle visto jamás.
Escribirá y añadirá un final. El final que habrá estado deseando en su corazón. Y eso le condenará. Pues convertirá la historia real en una novela de ficción.
«Desde el más allá»
de Susana Revuelta Sagastizábal (Santander – Cantabria)
Basado en la foto titulada «Como en casa»
En vida el señor Cosme fue un apocado, un don nadie. Pero al morir, la cosa cambió a mejor. Ocurrió un martes, cuando salía del cafetín donde echaba las tardes; allí, se pedía siempre una tila y se quedaba mirando a Maritere, la dueña, de quien estaba secretamente enamorado. Aquel día al cruzar la calle una furgoneta le pasó por encima.
—Quiero ser enterrado en mi pueblo, junto a la tumba mis padres ―dijo, y expiró.
La bolsa con sus cenizas se la llevó Maritere, que fue la única que asistió a las exequias. Por guardarlas en algún sitio, las volcó en un florero que puso de adorno en la mesa del patio de atrás, donde se manoseaban los amantes.
Por primavera, el agua de lluvia traía alguna semilla que fertilizaba en las cenizas, y salía una flor. Entonces las parejitas la deshojaban, esperanzadas:
―Me quiere, no me quiere…
– «Adolesdecadencia»
de Luis Ruiz Aja (Santander – Cantabria)
Inspirado en la Calle del Sol.
A los quince tuve mi iniciación sexual –satisfactoria, gratuita y onanística- probé mi primer cigarro, robé un puro a mi padre y un porro a mi hermano. Vomité tras cepillarme la petaca de orujo del abuelo. Lloré al conocer la muerte de Lennon y más cuando mi novia llamó para dejarme, seguida de un amigo que la había visto morrearse con otro en la calle del Sol; colgué y seguí llorando. Entró mi abuelo al cuarto y al descubrir que yo era- a sus ojos- el ladrón de su petaca, pajillero, drogata, y encima un marica llorica, fan de un hippy loco; tuvo tal disgusto, que cayó fulminado de un ataque al corazón. Cogiéndole su pistola de ex Guardia Civil quise acabar con mi vida, pero opté por seguir manteniendo esta intensidad vital a lo largo de mis días. Y lo voy consiguiendo, aunque ya ande un poco decadente…
– «Stretto solámbulo»
de Aurora María Cambronero Pérez (Cantabria)
Inspirado en la Calle del Sol.
Se cruzaron por casualidad, en la espiral caótica de una escalera inarmónica. Carmen llegó con el espíritu lunático de la lírica romántica; Eolo, con las notas místicas que ruedan en el éxtasis noctámbulo de las almas inquietas.
Por casualidad se miraron: un compás efímero, un gorjeo de pájaro errante.
Ella se perdió entonces en el sonido cálido de su melodía poética, en los abismos de su música, en el eco onírico de su fantasía, en las profundidades geológicas de su voz, en el enigma expansivo del océano hipnótico de sus ojos.
Él, que se fusionaba con el ritmo etéreo de la flauta, advirtió las rasgaduras cársticas de los ojos míticos de ella, como recién salidos de un acorde náufrago.
Tras el concierto, tres palabras ilógicas, lívidas como el viento.
Tras el crepúsculo, una mirada furtiva, un recuerdo mágico y perenne… La música sigue sonando.
– «Almas de barra»
de José Peque Álvarez (Santander – Cantabria)
Inspirado en la Calle del Sol.
Con el codo apoyado en la barra y la frente en los nudillos, a modo de pensador, abatido más por el peso de los vinos que del conocimiento, vi entonces a la que me pareció ser la “bella ingrata, amada enemiga mía”-como dijo el Triste Hidalgo- a quien yo podría llenar su vacío. Crucé el Rubicón esperanzado y fui yo el primero en hablar.
-Perdone señorita, pero, ¿ha pensado usted en lo fácil que es perder la perspectiva y que, tal vez, lo único realmente importante sea la salvación del alma?
-Déjame en paz, eres un borracho y un baboso.
-Sí, pero sepa que ese no es mi pecado, sino mi virtud.
-Adiós imbécil.
Y fue ella la última en hablar.
Adivinando mi desconsuelo, Tarek me ofreció otro vino. Siempre me había parecido buena persona, puede que hasta tuviera perro. Y no le dije que no.
-«Trampantojo»
de Jesús Francés Dueñas (Madrid)
Basado en la foto titulada «Como en casa»
Un día llegué y no estabas. Había sido un largo estío pero ya era octubre. Treinta horas esperándote me convencieron de que no regresarías. Me acerqué sigilosamente peritando el silencio de las ocasiones solemnes. Colgaba tu jersey sobre la silla porque refrescaba. Cerré tu libro marrón posado sobre la mesa. Johannes Vermeer. Una biografía. En la contraventana color rojo de sangre dibujé con tiza un pez gato besando la raspa de una sardina. Así éramos. Yo como un felino acechante merodeando alrededor de tu casa. Tú delgada como una espina te desdibujabas. Introduje en la botella verde a modo de ofrenda, el ramillete extrañamente alargado de flores moradas que te traía. No estabas en el centro de ese raro bodegón. Habían empezado las primeras lluvias limpiando las paredes de tanto hiperrealismo sucio. Me acerqué más y vi tus ojos desteñidos en un charco. Lloraban lágrimas de trampantojo.
– «Caos»
de Luis San José López (Madrid»
Basado en la foto titulada «La búsqueda de la propia identidad»
Un amanecer plomizo cuando se despertó su mujer le tenía la cena preparada se puso el pijama y se fue al hospital como un autómata con un ramo de las flores porque le gustaban todos los caminos llevan al cementerio al final con su ropa arrugada zapatillas de andar por casa cabizbajo como un espectro sin alma recordando los días en que su mujer lo acompañaba todavía masticando soledad se cruzaba con una muchedumbre silenciosa que caminaba en todas las direcciones buscando algún sentido el autobús pasaría sin detenerse el accidente volvió sobre sus pasos abrió el portal llamó al ascensor y pagó el billete cómo está su esposa caballero guardó la vuelta las dos cincuenta es buena hora para recogerse quitarse el pijama acostarse cerrar los ojos e intentar ordenar un poco el caos en que se había convertido su vida.
Al día siguiente, otro amanecer idéntico.
-«Mentira piadosa»
de Marta Adán González (Santander – Cantabria)
Basado en la foto titulada «La búsqueda de la propia identidad»
Mi abuelo tiene el don de la ubicuidad. Yo he heredado el don contrario, el de no estar en ninguna parte. Mi madre dice que son imaginaciones mías, que si nadie me ve, es sólo porque la gente tiene el don de estar mirando siempre hacia otro lado.
Ayer yo tenía una reunión de vecinos y falté porque quería estar en una fiesta de despedida a la que no asistí porque tenía una partida de mus que no se celebró porque me ausenté para acudir a una clase de baile que me perdí porque necesitaba tomar una taza de chocolate que se quedó fría mientras yo acompañaba a mi abuelo para que nos hicieran la fotografía que es la prueba irrefutable de su don y del mío.
He obligado a mi madre a mirar la foto y asegura, mirando al techo, que salgo guapísima.